jueves, 11 de septiembre de 2008

La primera vez

Fue en una tarde-noche de septiembre, muchos años atrás, incluso a veces dudo que sucediera. Estábamos en casa, después de un largo día de trabajo en el campo. Los preparativos fueron rápidos pues era mucho lo que desconocíamos, aunque la ilusión que teníamos podía con todo lo demás.
Imagino que queríamos hacerlo según la tradición, aunque bien pensado, en casa era la primera vez, no existía tradición. Así que lo hicimos casi por instinto. Además teníamos nuestras dudas sobre el éxito de lo que allí iba a acontecer.
Las imágenes vuelven a mí borrosas, como en un sueño, recuerdos fragmentados que me han asaltado estos días, al querer mi santa esposa que tenga un blog donde recoger mi pasión por el vino. De cómo cuido y mimo mis viñas, de cómo elaboro y sigo el proceso de envejecimiento de mis vinos.

Como decía al principio, fue en una tarde-noche de septiembre, aunque no sabría decir el día concreto, pues hace ya más de 30 años de ello. Habíamos recogido unas cajas de uva, el año había sido abundante en fruta y no sabíamos qué hacer con ellas. A mi madre se le ocurrió que podíamos elaborar vino y así, cuando regresara mi padre, darle una sorpresa. Mi padre estaba trabajando en la vendimia francesa al igual que tres cuartas partes de mis paisanos. Recuerdo que en esa fecha solo quedábamos en el pueblo los niños, los jubilados y los que cuidaban a los ya referidos.

Así que nos encontrábamos con varias cajas de uva, de variedad indefinida (aún hoy no sé de que variedad son) y la firme determinación de elaborar un caldo aceptable. Mi madre sacó la máquina de picar carne y llenar chorizos para machacar las uvas. Como había escuchado que era bueno quitar los raspones de los racimos, allí que nos empleamos a deshojar las uvas, una a una. Ya sé que no se dice deshojar, pero….

Para mis dos hermanos y para mí aquello era una fiesta, pues nos permitía mancharnos mientras rompíamos los racimos y ayudábamos a mover la máquina de la matanza. La uva machacada iba cayendo a un cubo de plástico y de este cubo pasaba a un saco de malla, el saco donde venían las patatas que mi padre compró en el mes de marzo, para sembrar.

El saco se había colocado sobre unos palos que a su vez se hallaban situados sobre un barreño de latón que recogía el mosto. Como se puede comprobar todo era muy rudimentario. Finalmente, el mosto se pasaba a unas garrafas de arroba (16 litros) con la ayuda de un cazo de porcelana y un embudo.

Cuando la tarea estaba mediada, mi madre dijo que había que guardar la madre. Nuestras caras debieron de ser un poema al escuchar la expresión. ¡El vino tiene madre!
Luego nos aclaró que eran unas uvas de color oscuro que había que seleccionar de entre las mejores para luego añadir unas pocas en las garrafas.
Nada puedo decir sobre el resultado de nuestro experimento, pues nada recuerdo. Pero si diré que desde entonces, y de esto hace ya más de treinta años, seguimos haciendo vino en casa de mis padres. Y yo he querido continuar con esta tradición, tratando de conseguir un buen vino, aunque siempre sea mejorable, para ofrecer a la familia o a algún amigo.

Quiero que estas palabras sirvan de agradecimiento para mi madre y mi padre, por todo lo que me han enseñado, entre esas muchas cosas se encuentra ésta: hacer vino con todo el cariño del mundo.

2 comentarios:

Felisa Moreno dijo...

Tu "santa esposa" espera que continues publicando en este blog, sé de tus inquietudes por el vino, casi tantas como las mías por la escritura y creo que de esta forma podrás compartir todo lo que vayas descubriendo de ese fascinante mundo.

Un beso

vimado dijo...

¡¡¡PERO QUE BUENO ESTABA EL VINO!!!


DE VICENTE Y PAQUI