domingo, 28 de septiembre de 2008

Cuestión de confianza

En 2001 compramos una huerta, en la rivera del río Víboras, para hacernos una piscina y así hacer más llevadero el veranillo, que en estas tierras aprieta lo suyo. La otra opción era comprar un apartamento en la playa, pero tras sopesar los pros y los contras, nos decantamos por la primera opción. Lo que primó más fue su cercanía y lo poco que me gusta a mí viajar los fines de semana.

Así que adquirido el terreno, yo quería hacer algo diferente a lo que había por la zona. Las huertas estaban casi invadidas por los olivos. Tanto es así, que incluso la nuestra tenía casi 60 plantas. También quedaban algunos vecinos que se dedicaban a la hortaliza y a los frutales. Principalmente melocotón, que está muy rico en esta zona.

Por aquella época, hubo que ayudar en casa de mis padres con la vendimia y de ahí surgió la idea. Durante el mes de enero de 2002 planté 50 cepas de la variedad tempranillo y 25 de la variedad cabernet-sauvignon.

En 2002, en la huerta hubo unas pocas uvas blancas de parras que ya estaban plantadas. Así que decidí probar con ellas, pero todo fue muy precipitado y salieron algo más de 20 litros de vinagre. Con estos antecedentes, toda mi familia pensaba que plantar 75 parras para hacer vino quizás no era la mejor idea. Os podéis imaginar como quedó mi reputación. Mucha guasa hubo en las reuniones familiares, que en nuestro caso son cada semana.

Por fin, llegó el mes de agosto de 2005 con una buena cosecha y con una calidad extraordinaria. Todo fue sobre ruedas. El día de la vendimia, me encontraba con la ayuda de mis sobrinos Iván y David. Hubo que cortar la uva y luego estrujarla con la máquina de forma manual. La familia seguía las tareas a distancia seguros de que el mosto de vinagre no pasaba.

Todo el trabajo de bodega lo hacía según me indicaba un libro que se titula “Cómo se hace un buen vino” del autor Leandro Ibar. Mi agradecimiento desde aquí a su aportación. Recomiendo este libro a todo aquel que quiera iniciarse en este mundillo.

Llegó el mes de marzo de 2006 y en una de las reuniones familiares dí a probar unas jarras de mi vino. Su aprobación fue unánime y desde entonces me miran con otros ojos, ya no soy ese chalado que le ha dado por hacer vinagre.

Incluso mi santa esposa, que hasta entonces me decía que con la inversión que estaba realizando podría comprar muchas-muchísimas botellas de Marqués de Cáceres (y no le faltaba razón), tuvo que reconocer que le gustaba mucho y hasta ahora me anima a seguir.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Día de vendimia


Hoy hemos tenido la fiesta de la vendimia. Gracias a la familia todo ha sido más fácil, aunque he tenido que invitarles a comer y no sé si compensa. Bueno, es broma.

Se iniciaron los trabajos a las 8h30' y se ha terminado de limpiar todo casi a las 13 h. Hemos tenido un contratiempo con el motor de la estrujadora y al final no ha habido más remedio que darle al manubrio. También se ha estrujado la uva de mi vecino de huerta, Julio (otro enamorado del arte de hacer vino). Vaya desde aquí un saludo a Julio y toda su familia.

Al finalizar la tarea, he abierto unas botellas de vino de anteriores cosechas y aunque no han comentado nada, imagino que les han gustado, pues no ha quedado nada de nada.

Quiero aprovechar para agradecer la ayuda prestada a mis cuñados (Rafa y Alfredo), a mi sobrino Iván (que es un buenazo), a mis hermanos (Juan y Vicente), a mis sobrinas (Laura, Lucía y Paula), a mi santa esposa Felisa y a mis diablillos (Irene y Juanma).

Tengo que reconocer que para mí es un honor que dediquen un poco de su tiempo libre a ayudarme para hacer la vendimia. Os preguntaréis porqué les hago la pelota, pues porque espero que me ayuden para las próximas vendimias.

Ha sido una cosecha muy pobre, pues todo ha venido en contra. El oidio ha causado estragos, aunque una tormenta en julio y los pájaros a última hora también han colaborado lo suyo. Espero que el próximo año sea mejor.
Ahora se inician los trabajos en la bodega: controlar densidades del mosto, temperaturas, remojar el sombrero, etc. Os mantendré informados.

jueves, 11 de septiembre de 2008

La primera vez

Fue en una tarde-noche de septiembre, muchos años atrás, incluso a veces dudo que sucediera. Estábamos en casa, después de un largo día de trabajo en el campo. Los preparativos fueron rápidos pues era mucho lo que desconocíamos, aunque la ilusión que teníamos podía con todo lo demás.
Imagino que queríamos hacerlo según la tradición, aunque bien pensado, en casa era la primera vez, no existía tradición. Así que lo hicimos casi por instinto. Además teníamos nuestras dudas sobre el éxito de lo que allí iba a acontecer.
Las imágenes vuelven a mí borrosas, como en un sueño, recuerdos fragmentados que me han asaltado estos días, al querer mi santa esposa que tenga un blog donde recoger mi pasión por el vino. De cómo cuido y mimo mis viñas, de cómo elaboro y sigo el proceso de envejecimiento de mis vinos.

Como decía al principio, fue en una tarde-noche de septiembre, aunque no sabría decir el día concreto, pues hace ya más de 30 años de ello. Habíamos recogido unas cajas de uva, el año había sido abundante en fruta y no sabíamos qué hacer con ellas. A mi madre se le ocurrió que podíamos elaborar vino y así, cuando regresara mi padre, darle una sorpresa. Mi padre estaba trabajando en la vendimia francesa al igual que tres cuartas partes de mis paisanos. Recuerdo que en esa fecha solo quedábamos en el pueblo los niños, los jubilados y los que cuidaban a los ya referidos.

Así que nos encontrábamos con varias cajas de uva, de variedad indefinida (aún hoy no sé de que variedad son) y la firme determinación de elaborar un caldo aceptable. Mi madre sacó la máquina de picar carne y llenar chorizos para machacar las uvas. Como había escuchado que era bueno quitar los raspones de los racimos, allí que nos empleamos a deshojar las uvas, una a una. Ya sé que no se dice deshojar, pero….

Para mis dos hermanos y para mí aquello era una fiesta, pues nos permitía mancharnos mientras rompíamos los racimos y ayudábamos a mover la máquina de la matanza. La uva machacada iba cayendo a un cubo de plástico y de este cubo pasaba a un saco de malla, el saco donde venían las patatas que mi padre compró en el mes de marzo, para sembrar.

El saco se había colocado sobre unos palos que a su vez se hallaban situados sobre un barreño de latón que recogía el mosto. Como se puede comprobar todo era muy rudimentario. Finalmente, el mosto se pasaba a unas garrafas de arroba (16 litros) con la ayuda de un cazo de porcelana y un embudo.

Cuando la tarea estaba mediada, mi madre dijo que había que guardar la madre. Nuestras caras debieron de ser un poema al escuchar la expresión. ¡El vino tiene madre!
Luego nos aclaró que eran unas uvas de color oscuro que había que seleccionar de entre las mejores para luego añadir unas pocas en las garrafas.
Nada puedo decir sobre el resultado de nuestro experimento, pues nada recuerdo. Pero si diré que desde entonces, y de esto hace ya más de treinta años, seguimos haciendo vino en casa de mis padres. Y yo he querido continuar con esta tradición, tratando de conseguir un buen vino, aunque siempre sea mejorable, para ofrecer a la familia o a algún amigo.

Quiero que estas palabras sirvan de agradecimiento para mi madre y mi padre, por todo lo que me han enseñado, entre esas muchas cosas se encuentra ésta: hacer vino con todo el cariño del mundo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Saludo inicial

Hola a todos los amantes del buen vino.